domingo, 16 de diciembre de 2012

Tankas (y haikus que no lo son)





El nido blanco
de la procesionaria.
La niña juega.

La madre del enfermo
deshila su vestido.


*****

 

El nido blanco
de la procesionaria.
Juegan los niños.

Aún tendrán en septiembre
heridas en sus manos.


*****


No cae la oruga
de la hoja sacudida
por la tormenta.

Sólo cede la rama
que eligieron los jueces.


*****


La oruga come
lentamente la hoja
donde dormía.

Ha cedido la rama
que eligieron los jueces.



*****


Hoy la ballena
ha sido troceada
por las mujeres.

Esta noche las horas
serán hombres desnudos.

*****


Desgarra el oso
la garganta del hijo
durante el celo.

Cubrirá el evangelio
la violación del padre.







Complace al cielo
que de la noche el grillo
muerda la carne.


*****


Tienta la lengua
solar el aire negro
de madrugada.


*****


Tierra batida.
Sobre los muertos bullen
las cacerolas.


*****


El tiempo autista
aconseja placeres
de media clase.

2 comentarios:

  1. Son unas píldoras para degustar despacio. Tankas y haikus a cuál más fabuloso y enigmático. ¡El nido blanco de la procesionaria da pavor! Me gusta cómo te recreas en la oruga.

    "No cae la oruga
    de la hoja sacudida
    por la tormenta.

    Sólo cede la rama
    que eligieron los jueces."

    Esa alusión a los jueces me parece sobrecogedora. Los jueces eligen qué rama cae y cuál no; qué vidas se destruyen y cuáles se salvan...

    Poemas grandes, María. Yo escribo pocos tankas y haikus, pero he decir que me has despertado las ganas. Lo último que escribí de métrica oriental (dedicado a mi hijo) está aquí, por si te apetece echar un vistazo:

    http://maravillosomundodesamuel.blogspot.com.es/2012/10/el-primer-diente.html

    Disfruta y sé feliz. Abrazos.

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  2. "Dolor primero
    que después multiplica
    la herida blanca."
    Fabuloso ese poema al primer diente. ¿No crees que los versos que dejo aquí arriban podrían engarzar con el vestido de la niña y el nido de la procesionaria? Peligro y blancura, promesa, a un tiempo, en el origen.
    Un beso enorme, Anaís.

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