domingo, 29 de abril de 2012

Étant donnés








Agujas de pino duerme

                                               tu boca.



El río, fácilmente, te parodia.



Cruje la carne lenta.



Estallan

                           de madera, mis manos.


sábado, 14 de abril de 2012

La mesa del almuerzo

Tiene algo de autopsia
la mesa del almuerzo,
donde los hombres juegan
a tener importancia.

La precisión del corte, de la hora, del castigo
a la hija,
a la pornografía de la masticación.
La urbanidad, silencio
de tres.
                                 
Impolutos los dedos y el mantel,
su función es cubrir los genitales.
Los labios no rozan la comida,
en la boca no deben quedar restos.

Ante la mano
se interpone el metal.

lunes, 2 de abril de 2012

Maquillaje


We accept her. One of us.
"Freaks", de Tod Browning

El padre deja dicho que su hija le maquille.
Que le pinte la cara, dice. Darle vida.
Pero es otra la experta en los parecidos razonables.
Hacia atrás,
estira de la piel desde las sienes,
recubre las edades con brochazos de tierra,
explota este lunar, afrancesado
grano de belleza.
Un toque final:
sobre los ojos, el lapichero khol de los sarcófagos
y derechito al Valle de los Reyes.

Qué buen trabajo.
Parece que sonríe.

Ella, él, lleva la caja colgada de la nuca,
el maletín repleto de pinceles
que ha de abrirse allí donde se pida:
sobre la mesa, desenrolla la ley
de instrumentos estéticos, pigmentos
mataputas,
victoriana, quirúrgico
viajante a domicilio de cuchillos.
Se retransmiten películas de infancia,
serán magnánimas las guarniciones de la reina.
Y aquí no pasa nada,
o pasa en todas partes,
o podrían pasar cosas peores.

De vanidad, ella sola
se corta la cabeza.

Y el padre que baila, que pide
maquillaje, la gran nariz aséptica
del médicamente disculpable
doctor Peste.
Para obtener un resultado óptimo
se utilizan las crines de la cebra:
Déjame en paz.
Ayuda.

Y ya no saben
si son feria o son circo:
mujeres calvas de campos genocidas
exhibidas encima de carretas
(camisones y lazos, cabezas de alfiler)
o trabajadores de la pista
-mascarada completa, el magnetófono,
los gritos, los golpes, las caídas,
el maquillaje espeso, tú, payasa,
y el público muerto de la risa-.

 
De "Mortífero, ingenuo y transparente", Ed. Vitruvio, 2014

domingo, 18 de marzo de 2012

Desahucio (o piel)

Con orgullo, afirmo que mi piel me pertenece,
comienzo con su nombre.


Inconsciente -con toda esa grandeza-
la doy por supuesta, merecida,
igual que en un principio,
cuando jugué con ella y me sangró
infantil, deliciosa.
E infantil, deliciosa,
le construí una costra y la arranqué.
Adicta, circular.
La ensucié en este barro
para que mi madre se alegrara
un poco antes de la cena,
para lavarla juntas dando golpes
sobre el agua y en las profundidades
de la bañera rota,
de todos los fluidos.


Mi piel nació conmigo y conmigo se estira,
no sé si a la par o me persigue.
Prefiero aventurar que me aventaja, ella crece
y tengo que esforzarme
para estar a su altura.
Se cansará de todo antes que yo.


Pero y si es un error. Y si mi piel es de otros.
Sobre ella marcan
el corte de pedazos aprovechables,
desprendiéndolos cuando han ganado.
Y la sangre, privada de su casa,
cae,
legal y gravitatoriamente,
por contrato.