El silencio como música de fondo
de los villancicos que escalan el patio
Espumillones deshilachados que nunca se tiran
Gritos en la habitación de matrimonio
y un pos de coraje al fondo del papel pintado
Mi empeño de virgen y de atea
por levantar un nacimiento
En el lugar sagrado caga un hombre en cuclillas,
la mula babea los pañales de un dios
y al alba del día sexto
unos reyes persiguen cometas y otros matan inocentes.
Qué terquedad divina me obligó a respirar
y a salvarme
entre los fantasmas de las navidades tristes
construyendo ciudades de arcilla donde los niños cometen milagros.
Loren Fernández