¿Sería bueno vivir cerca de un puerto marítimo?
No me refiero al día blanco y su cortina.
No estoy hablando de la mujer calmada con esponja.
No es el marido poroso.
Se trata
del astillero negro,
donde el estibador dormido en las tres sillas
engendra el buque gris.
Él ha cambiado el aire por el peso del agua.
El mar se estira cuando vuelcan su sangre, en el bucle, los ahogados
y el ahorcado se acepta
porque eligió vivir cerca del mar.
Él
ha encontrado la cuerda que lo separaba del vacío
y juega sin dieces a colgarse.
Si cae a medias, habrá caído del todo.
Se impulsa hacia la corriente más profunda,
la del verde más sordo, la del hielo
- con un ritmo
de pausa
de cuchillo -
la que comparte espalda con la Tierra.
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