No os preocupéis de vuestra vida, por lo que habéis de comer (...)
Lc 12, 22
No comas.
Deben verse los huesos.
Consejo del coreógrafo George Balanchine a una bailarina
El hombre que ha venido a salvarnos padece de anorexia.
Ha llamado a la puerta. Ha ofrecido la pose para la caja oscura: unos minutos de apoplejía sostenida por las invenciones de madera. Se evita el arbitrio de las vértebras.
La letanía ha nacido de la elegancia:
Deben verse los huesos.
Deben verse los huesos.
La armadura le huelga, le forma llagas de enfermo hospitalizado en las uniones. O de rey que asiste a misa desde la cama.
"Avanti!", soldado, como una bailarina: a pesar de la sangre entre los dedos. Hinca bien las rodillas en las oraciones y el estupro: tu admonición se lanza desde la nueva tapicería del tresillo.
Te colgarán según las leyes de la museología
en la cámara egregia de palacio.
Para ti están desollando a los visones:
morir desnudo siempre fue ridículo.
(*) Cuadro de Vittore Carpaccio
In Absent(i)a, 2011