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jueves, 15 de abril de 2021

Reseña de "Antes de despertar", poemario de Dolores Conquero

 

Al leer este primer poemario de Dolores Conquero, me vino a la cabeza el cuadro "La pesadilla", de Henry Fuseli. El mito del íncubo lleva consigo la posesión de la mujer indefensa por el sueño, incapaz de actuar por la condición inmóvil de sus miembros durante ese estado. Pero esa mujer dormida y criatura demoníaca, aunque formen parte de la entidad que es el libro, pues hay realidad que puede representarse con el tropo del sueño aciago, hay inmovilidad y hay sombra, no constituyen un correlato suficiente de lo que esta poeta nos ofrece, que es bastante más. En primer lugar, se pasa a la acción, la cual conduce al despertar y a un después, pero aun en la parte en que la impotencia es manifiesta, existen diferencias que suman, pues el estilo de Conquero se aleja de este precursor de primer Romanticismo que es Fuseli, no hay nada sublime en el demonio ni en la mujer que duerme, sino que ambos quedan sublimados (en el sentido de convertidos en vapor, no de exaltados) por la peligrosa y tiránica bufonada, o mejor pantomima, según la palabra que elige para ella la poeta, del deber ser.

No pierden por ello su fuerza, son espectros con peso, aquel del que deriva etimológicamente la pesadilla, latentes bajo el manto con que se cubren. Leemos en el excelente poema IV: "Lo dijo Primo Levi. / Lo han dicho muchos otros: / “La primera regla para ser algo es parecerlo”. (...) Tú y yo caminando / de la mano. (...) // ¿Qué diferencia hay entre nosotros /  y esa pareja que camina a nuestro lado? / ¿Acaso no llevamos las mismas ropas, / el mismo coche, / un hijo en los brazos? // Parecemos perfectos. / ¿No era esa la primera regla? / Ya sé, no es suficiente/ pero sí necesario." Ese "necesario" agranda el poema. Va más allá de la ingenua creencia en el paso del deber ser al ser por medio de la imagen, pero entonces por qué la necesidad, para qué, cómo. El adjetivo, y con él el poema, se abre al lector,  y demuestra la pericia poética en el uso de la palabra, ofrecida a lo largo del libro con mesura pero repleta, en un verso breve de sencillo lenguaje utilizado con una inteligencia y un talento poético que hace que cada término desborde sus rutinarios límites. 

Dice la voz poética: "Porque esa soy yo. / Esa mujer / bella y arreglada / que dice a sus visitantes: / “Mirad qué normal soy, / qué tranquila es mi casa / qué encantadores mis niños”. // Soy tan normal que sonrío / como todo el mundo, / que visto igual que mis vecinos / que pido las cosas con un por favor y un gracias.", e íncubo y durmiente de Fuseli quedan cubiertos por el falso sosiego de los hombres y mujeres de un Hopper, donde los rayos de sol que entran a través de ventanas y puertas, más que calentar, desvelan. Aletargan, pero no dejan de manifestar su poder. El cuadro puede ser una fila de personas en tumbonas, vestidas con elegancia, pero sobre el aparente descanso bajo el sol que reconforta, éste no acaricia sino que cae sobre ellos. Por obra de la composición, del espacio dejado al aire allí de donde proviene la luminosidad, esta parece querer tragarlos, hay algo allí de donde ella procede, de fuera del cuadro, que desasosiega, crea una pregunta sobre lo que no se ve. Existe una amenaza, pues la luz más dura crea la sombra más intensa y recortada, y ambas entran en forma de aristas en suelos y paredes de las habitaciones donde los personajes se resguardan.  Ese aire, ese uso del espacio, la tiene también esta poética, donde se deja respirar al verso breve, a cada estrofa, a la palabra, en la justa medida para conferirles la entidad que necesitan, para crear distintos planos que subyacen pero, paradójicamente, aplastan con su peso.

Atreverse a confrontar la sombra, a mirar a la cara esa luz, es también este libro. Contiene también el fin de un mundo que, aunque doméstico, es también el fin del mundo tal y como se concibe, pues todo apocalipsis lleva en el nombre una revelación. Una lenta, claustrofóbica, con un tempo levantado admirablemente en un poemario breve que, aún con esa condición, se estructura de forma que arrastra a esa aliteración flemática de "estos vasos / y estos platos rotos", ese caminar en círculo que, para el que lo soporta, parece cobrar forma de una realidad aparte, la cual retrasa con regodeo su apertura.

Es este un ejercicio de descubrimiento de identidad, propia y ajena, sobre las que se cierne una pregunta constante, que aparece tibia pero medra hasta el grito. De desvelar y desvelarse, conocer y conocerse, poesía confesional pegada al mundo, para la que es  imprescindible la mirada certera que llega a ver, mirar de verdad y ver, mirarse y verse, en una dinámica en que no todos participan, como el "aquejado / de un extraño mal" que impide ver al yo poético, y a veces se convierte en un juego de espejos que no escatima el terror, como en el magnífico poema "Dos heridas, dos":  "Se llama Manuel y es carne de mi carne / pero a veces me sorprendo mirándolo / como el entomólogo a la avispa. // Mis ojos escrutadores quisieran / asomarse a su alma / o mejor aún: estar dentro de ella, / entenderla un instante, un pequeño segundo. / Solo eso. // ¿Estar dentro digo? / Ahora es él quien me mira escrutador (...) / ¿A quién me recuerdan esos ojos (...)?/ ¿Es acaso él o soy yo? / ¿Es mi herida o su herida?"

No es difícil imaginar una escena de plano-contraplano. La poesía de Conquero bebe del cine, y esto no se dice porque sea narrativa. En ocasiones lo es, pero si el cine ha dejado de limitarse a esa acepción hace tiempo, por qué debería figurarse así la poesía cuando se compara con este arte. A lo que pueden asimilarse ciertas escenas del poemario es a largos planos secuencia, sin movimiento de la cámara, donde la imagen parece inmóvil pero desborda lo que sería un instante, una fotografía: requiere el tiempo, un transcurrir lento inevitable, mientras el plano permanece fijo pero tienen lugar casi imperceptibles movimientos cargados de significado y de fatiga.

 

jueves, 7 de julio de 2016

Reseña de "La zanja", de Nuria Ruiz de Viñaspre, en Nayagua

Reseña en Nayagua (pág. 260)



La piedra y la letra

“La zanja”
Nuria Ruiz de Viñaspre
2015
Colección Calabria Poesía
Editorial Denes
XII Premio César Simón de Poesía, organizado por la Universitat de València, Vicerectorat de Cultura i Igualtat en colaboración con el Ayuntamiento de Villar del Arzobispo


“Ando buscando el lenguaje en lo que antes era la casa del lenguaje. La casa se ha volado”, dice uno de los versos de “La zanja”. Si imaginamos el lugar que deja una casa al desaparecer, puede que pensemos en la tierra llana. Sin embargo, bajo una casa volada el nivel del suelo quedaría por debajo del resto: ahí estaría el espacio que alojó los cimientos, la zanja cavada para contenerlos.  Vacío, o conjunto de vacíos, rectangulares, estrechos y alargados, que remiten al hueco dejado para la tumba.

“Zanja”  es ruptura y contundencia. Final seco, separación, hueco, obstáculo en forma de abismo de tamaño animal que incita al salto o, escondido para el ojo, propicia la caída inesperada: trampa de cacería. Trinchera que oculta y/o se convierte en fosa. Es ausencia de tierra retirada por la mano del hombre, que puede retrotraer a todas las connotaciones negativas anteriores, pero zanja es también terreno abierto para canalizar el agua, para defender el campo, para enterrar semillas, para asentar los cimientos de la nueva casa. Zanjar es concluir, pero abrir zanjas es empezar. Palabra terminal y de comienzo, pues, la elegida por Nuria Ruiz de Viñaspre para titular este poemario que es pérdida siempre abrupta de lo amado, fagot y fiera: “cuando lloro soy fagot y cuando amo fiera”, a la vez soterramiento y laguna de materia que un día estuvo. Lugar volado, canto, dolor y grito en forma de pregunta. Duelo en que se baten el estatismo y el deseo, el paroxismo y el anhelo de alivio, de conocimiento de la zanja para la salida de esa falta de tierra, de mundo, de lenguaje:

“hay un mundo nuevo dentro de la zanja
trinchera que esconde guerreros de un ayer vencido
más arriba ha crecido algo
es un dios minúsculo que con obsidianojo nos pregunta
(…)
¿cómo escurrir el bulto que deja el hombre en la fosa?”

La zanja es más que vacío, pues está enmarcado. Por todas sus caras menos una, lo realza y limita la tierra, idéntica materia a la de lo arrebatado, y por ello memoria. La zanja es horror vacui:Aristóteles dos puntos: dime ¿es verdad que la naturaleza nunca deja un sitio en blanco, sino que evoluciona para comerse el vacío?”, necesidad de elemento para llenar la nada provocada por el desahucio inverso −la casa se va, el inquilino queda−, en este caso amoroso, pero extrapolable  a cualquier realidad que implique muerte propia y avance imperturbable del mundo: “Todo se ha desintegrado. O, por el contrario, nada se ha desintegrado, excepto yo, que me fui junto a ese ciervo”.

No se queda la autora en ese cariz de exterminio de la zanja, sino que, como se ha dicho antes, trata también su aspecto de de creación, y entre ambos extremos retuerce, metamorfosea el término, la forma de la zanja para utilizarla en tantas realidades como cavidades muerte o vida le son necesarias; y de ese modo llega con especial hincapié al memorial de la pareja, y con él al sexo, y zanjas son “los raíles de sus brazos”, “el carril por el que discurría su sexo”, “los trillos de su cuerpo”, “arañazos por los que se desplazaban uñas”. En este aspecto, recuerda al “And, if you dare, the fissure!”, de D. H. Lawrence, verso-exhortación lanzado en su libro “Birds, beast and flowers!”, donde, especialmente en la parte dedicada a las frutas, esa fisura, hendidura, grieta, era palabra clave, y no sólo desde de su connotación erótica, sino también como abismo y fuente de vida, sombra y atrevimiento a dicha sombra, búsqueda voluntaria de descenso a los infiernos que implica vivir, abrir la mirada, amar “la deliciosa podredumbre”, y el coraje de ello, como en los siguientes versos de “La zanja”:

“Y es que en la página no hago pie. Prefiero el vértigo, la braza, el brazo, el nado y la nada en las aisladas costas. ¿Quién quiere esa arena en los ojos donde gritan los niños que hacen pie cuyas madres tienen bocas que también hacen pie y comen enfermos a mordiscos? Hacer pie es llegar sin braza, ni brazo, ni nado, ni nada. Es detenerse en el vértice de una piscina con ordenadas aguas entremárgenes. Prefiero luxar mi cuerpo-silla.”

Así, el yo poético ordena: “ve, lengua dentro de mi boca, busca el lenguaje en aquella casa a la que se le han volado todas las sillas”, y se interroga sobre continente y contenido, grande y minúsculo, permanente y efímero, abstracto y concreto, banal y esencial, en un momento de “desposesión del lenguaje”, donde no sabe “leer el mundo”. Complejidad y osadía que trata, como dice la “zanjapizarnik”, de “Explicar con palabras de este mundo que partió de mí un ciervo llevándome”.

La escritura como salvación, pero cómo. No es casualidad que el cadáver que, entrado el ciervo al bosque, ese cuerpo que queda “atrás (…) muerto sobre la nieve roja” sea el de Robert Walser, escritor e incansable paseante que desarrolló en los últimos años de su vida, al tiempo que aumentaba su delirio, un tipo de escritura, el micrograma, en la que, abandonando la perennidad de la tinta por lo efímero del lápiz, fue disminuyendo el trazo de tal forma que se tardaron años en descifrar esas grafías. Escritura nueva, esencial y minúscula, donde se encontraron sus escritos de mayor lucidez.

Así en “La zanja”, con un lenguaje sencillo, prácticamente sin adjetivación, con, fundamentalmente, nombre y verbo, tiene lugar “La vuelta al yo. Un yo que escribe para lavar a mano las palabras. Palabras pequeñas como tú”.

En esa pérdida, cuestionamiento y búsqueda de lenguaje, la autora experimenta, va de los poemas primeros, más articulados, a los últimos, más próximos al flujo de conciencia. Itera, inventa, cita, utiliza o no las reglas de puntuación según lo requiere. Sin embargo, esa creación de un nuevo lenguaje la consigue sobre todo con  un ejercicio de extrañamiento de los imaginarios que emplea, y que es toda una inmersión terrestre, un remover la tierra, darle la vuelta:

Para empezar, la autora toma el imaginario próximo a San Juan de la Cruz del ciervo como amante, el ave, el bosque, la noche −“ese gran buque que avanza y que nos crece por dentro /          pero crecer duele crecer duele crecer duele la noche / esa gran gran gran descosida / que parte en dos los desunidos cuerpos”− para su amor terrenal y laica divinidad, igual que el ciervo, fauna y símbolo mítico tanto del cristianismo como de religiones nórdicas, fuerza y fragilidad, elemento propicio para la zanja, y así abre el poemario con esos “Ciervos en zanjas”, antes de proseguir con su construcción: Pico, Pala y Zanja, porque la zanja es dada (“un mal necesario”) y autoconstruida:
ex-
cavo
el poema

No es el ciervo el único elemento que la autora escoge del cristianismo: su simbología le sirve a lo largo del poemario para representar ese amor como dios seglar, con cambio de hábitos, al que clama e irreverencia, y así comienza con una oración súplica y blasfemia, padrenuestro donde éste es sustituido por el pájaro litúrgico, suerte de amor y muerte, “rara avis”, gelidez aniquiladora (que, a título particular, a la que reseña le recuerda al divertimento de cierta condesa ordenando a sus huestes echar agua sobre el cuerpo de la doncella a la que previamente había ordenado desnudar en medio de un bosque invernal, y que Pizarnik, presente en este poemario, también rememoraba: “Hay un leve gesto final de la muchacha por acercarse más a las antorchas, de donde emana el único calor. Le arrojan más agua y ya se queda, para siempre de pie, erguida, muerta....”). Se venera al ave Eros-Tánatos: (“santas heladas sean tus alas”) con el absurdo de suplicar al abismo que nos libre del abismo y la revelación de loar al horror como a la gloria y de identificar ese ave-muerte-amor sustituyendo los siglos por los ciervos y el así sea por una exhortación a amar: “por los ciervos de los ciervos, amen”.
Sin embargo, la autora no se queda en ese universo místico, sino que lo trae a altura cotidiana, en este caso urbana, nos lo acerca. En el tercer poema, ya leemos que “Acabo de ver un ciervo en una parada de autobús” y que “Un ciervo se ha estampado en mi bolso”, y esto, que es en parte ironía y en parte terror por proximidad, consigue que lo que podría ser absurdo −y tiene parte de absurdo, pero inevitable, existencial− sea una invasión de realidad: “Ahora la ciudad se acerca. La ciudad es inconmovible”. Llegan la zanja urbana, la excavadora, el desguace, el vertedero: “Al lado del lavadero donde no había amor había un desguace. En el desguace no había amor”.

Hay, pues, fuerte presencia tanto de la naturaleza como de la urbe, contrapuestas o dándose la mano: en cuanto a la primera, los cuatro elementos se manifiestan. En especial, la tierra, materia de zanja, pero también el aire −vacío de esa zanja y por otro lado, movimiento, mundo, exterior que continúa al margen de lo humano y de su estado, dios indiferente: ““Soy una cosa en manos de lo aéreo que ve disconforme cómo el mundo va moviendo ficha desde su estática mirada”−, el fuego destructor y creador: “cómo apagar la llama que antes encendía cuerpos y ahora los abrasa” y, por encima de estos dos últimos, casi con idéntico protagonismo a la tierra, el agua, en su faceta de hielo y en la de mar, con el barco como figura destacada del relato donde el destino inevitable ocupa un lugar protagonista y la nave es definida por su deriva y por el peso de su carga:

“un mal necesario
¿adónde vas?

a Groenlandia”,

“y el hielo es-clavo
y sólo quería correr hacia el clavo
conocido calor junto a mi cruz
y esta nostalgia y este paréntesis y parestesia
país donde mis zapatos son dos palabras

                                   [iceberg]

que pesan mil veces el peso de mi peso
dos buques de guerra en alta mar
allí –a solas- donde todo se aterra”.

El agua entroncada con la tierra y peso del buque que, ya sea dolor, culpa, atrevimiento o ignorancia, tiene su equivalente, símbolo, en cada confesión o relato mítico: así, en los anteriores versos, la carga cobra la forma de la imagen cristiana del clavo, de la cruz, pero en otros versos toma la de la piedra, roca, del mito griego, y es repetición cíclica del castigo a la espalda, lugar de la atadura para el suplicio merecido como respuesta divina al reto lanzado por el humano al dios  (llámese dios, llámese azar, llámese vida, llámese x). Piedra que también es reiteración en cuanto al gemido iterado de la especie humana: “Al pie de la petra o al pie de la letra”: “escribir es entregarse a lo interminable de escribir es entregarse al interminable memorial que hay en toda acción de escribir”.

Desafío a la divinidad, pretensión de inmortalidad, que casa perfectamente si se vuelve a los mitos del mar, a la maldición del barco y su imposibilidad de regreso a cuenta de un dios airado. Sin necesidad de remontarse a Ulises, mucho más cerca está el viejo marinero de Coleridge. Es también, en principio, amor a la belleza, y luego absurdo y ave muerta, carga que lleva a la deriva, a la locura, al estatismo,  al hielo, en este caso antártico, antes de la vuelta y del relato. Es también búsqueda de mapa.

Y en esta búsqueda, que lo es de lenguaje (mundo, yo), éste nunca se da por sentado, sino que se rechaza, ensalza, vitupera, ridiculiza, desea, etc. Es de destacar que se parte de una oración donde se suplica a la deidad-pájaro “líbranos del bla”, y que se termina con un poema donde se dice:

pero mi cuerpo
pero tu cuerpo
 pero
bla
bla
bla

y otro poema escrito, literalmente, en el margen, que vuelve a interrogarse sobre la utilidad de la escritura. A pesar o con todo, el poemario, en cuanto tal, es respuesta irrefutable a esa continua puesta en duda del lenguaje. La palabra, al fin y al cabo, se crea, se dice, y supera con creces a la mera queja inane, a lo que sería un perpetuarse en la zanja. Quizá la utilidad de la palabra yazca, como en el caso del viejo marinero, en el relato de la historia al invitado-lector quien, tras escucharlo, se levanta a la mañana siguiente “A sadder and a wiser man”: más triste y más sabio. 



miércoles, 26 de agosto de 2015

Reseña de "Mortífero, ingenuo y transparente" en "El pulso" por Alberto Ávila Salazar





Poesía: “Mortífero, ingenuo y transparente”
24 agosto, 2015 por Alberto Ávila Salazar



María Solís Munuera nos presenta en su primer poemario una colección de versos tan intensa como seductora.


Mis últimas reseñas se han dedicado a rescatar o a descubrir autores esquivos, jóvenes y todavía por consagrar. En esta nueva entrega no voy a hacer una excepción y voy a prestarle atención a un libro que probablemente no ha recibido la que se merecía.

María Solís Munuera es una autora relativamente joven (nacida en 1976), su trayectoria poética es escueta, apenas una plaquette en 2011 y algunos poemas sueltos esparcidos en diversas antologías. Se puede decir que el libro que me ocupa es un debut, pese a la madurez y a la precisión estilística que exhibe. Ofrece una lectura ágil, casi fulgurante. Pero esa velocidad de lectura se compensa con un regusto denso que hace que sea un libro que, a buen seguro, acompañará al lector mucho tiempo.

domingo, 25 de mayo de 2014

Belenes, de Loren Fernández

El mazapán borroso entre lágrimas y golpes en la mesa
El silencio como música de fondo
de los villancicos que escalan el patio
Espumillones deshilachados que nunca se tiran
Gritos en la habitación de matrimonio
y un pos de coraje al fondo del papel pintado
Mi empeño de virgen y de atea
por levantar un nacimiento
En el lugar sagrado caga un hombre en cuclillas,
la mula babea los pañales de un dios
y al alba del día sexto
unos reyes persiguen cometas y otros matan inocentes.
Qué terquedad divina me obligó a respirar
y a salvarme
entre los fantasmas de las navidades tristes
construyendo ciudades de arcilla donde los niños cometen milagros.

Loren Fernández

jueves, 22 de mayo de 2014

Marga Mayordomo y "Dedos de Martini-Dry"


Este viernes, 23 de mayo, Margarita Mayordomo Sanchez, grandísima poeta y mejor amiga, presenta su poemario "Dedos de Martini-Dry",  premiado en la última edición del concurso de poesía "Joaquín Benito de Lucas".
 
Os dejo el cartel de la presentación y uno de mis poema favoritos, "Ven, Capitán Trueno":

 


VEN, CAPITÁN TRUENO

Hoy he transitado las avenidas sin luz de la hartura, de la depresión,
de la ira, con la ansiedad que se amontona en los hombros,
hasta que da la cara, hasta que hiende al cuerpo.

Broncas con gentes inanes, buscadoras de prestigio.
Puñaladas compañeras en las vendetas de la envidia, de la miseria,
de la rivalidad de una mosca.
Peleas de aparcamiento, a cuchillo: vergüenza, amenazas, voces.

Hoy necesito una espada. Hoy necesito ir a Ikea.

Hoy Capitán Trueno te arranco de las portadas, de los brazos rubios.
Vente conmigo, atravesemos los laberintos con cestas y plantas
y con muebles albinos.

Probemos el salmón y las delicatessen, habitemos la piel
de los edredones, asaltemos las camas de pura raza.

En los sótanos de Uppsala, acosado por mil fayris, scotch brites,
y jabones de coladas impolutas, te vi mirar con desdén
la fregona de Sigríd pasando el suelo. Es la épica del día.

Vagamos a la deriva por pasillos repletos de muebles descuartizados,
de fundas con sus cojines, de meriendas con arenques,
de sábados por la tarde, y de carros con fin de trayecto en caja.

Acaricio su acero, estoy cansada, perdida la orientación, la salida,
necesito que me libre de los tonos naturales, que toque el cuerno de Odín,
que lo pase todo a espada.
 
 
Marga Mayordomo
 

sábado, 12 de abril de 2014

El hombre blanco




Hay cosas que se quedan, como dulces
pegados a la boca.
Tijeras con finales para niños.
Juegos de sobremesa fácil.

En tamaño carné, un poco de familia y amistades.
El sombrero que no me hace justicia.
Como decoración, un gato de metal.

A la altura de los ojos acostados, una lámpara quema en los descuidos.
Un manual explica la falsa genialidad de los dibujos.
El hambre se dedica al fondo de un cajón.

Hay cosas que respiran, como un vaso
para la sed de madrugadas.
La escarpia de un espejo.

Tras la puerta,
las zancadas del hombre blanco.

domingo, 22 de septiembre de 2013

25/9/13: Recital de la antología "Último Ahora" en el Ateneo de Madrid

Lectura de la antología "Último Ahora", esta vez en el Ateneo de Madrid (Calle Prado, 21).

Tendrá lugar este miércoles 25 de septiembre, a las 20h en la Sala Nueva Estafeta.

Recitaré junto a Deborah Antón, Marisol Huerta, Antonio Rómar, Sebastián Fiorilli, Ana Isabel Trigo, Paz Hernández, Nares Montero, Diana García Bujarrabal y Jesús Urceloy, quien también presentará el acto.

Os esperamos, hermosos, que el verano se ha terminado y con el otoño empieza la nueva temporada de recitales.

viernes, 14 de junio de 2013

"Último Ahora" con diablos y de malanoche

Volvemos a presentar la antología "Último Ahora", esta vez circundados -que no circuncidados, aunque cualquier cosa puede ocurrir- por Diablos Azules. Será este sábado día 15, a las nueve de la noche (aviso tarde, lo sé, pero estos meses he estado saltando tanto de recital en recital -cual rana u oca- que juzgué pertinente frenar un poco el acoso):




Para incitaros, pues mi intención no es otra, os dejo aquí el enlace al programa de radio "Malanoche", dedicado por Toño Jerez a la antología. No hay largas entrevistas, análisis profundos, ni nada parecido: simplemente, un poema de cada uno, con la esperanza de que comencéis a salivar.

http://malanocheblog.blogspot.com.es/2013/06/ultimo-programa-emitido-070613.HTML

domingo, 31 de marzo de 2013

Presentación de la antología "Último ahora"

Os invito a la presentación de la antología "Último ahora" (Izana Editores), realizada por José Antonio Rodríguez Alva, en la que participo junto con otros catorce poetas.
 
El evento tendrá lugar el lunes 1 de abril en la Sala Clamores (Calle de Alburquerque, 14, 28010 Madrid) a las 19.30. Se ruega puntualidad, pues habrá sorpresa escénica.
 
Aparte de ella, tendremos preparados dos alicientes:
 
1: Juan Carlos Mestre, también presente en la antología, como gran broche final.
2: Se repartirán hostias. Literalmente.


 
Cartel de Begoña Moreno-Luque
 
 
 
 

domingo, 10 de marzo de 2013

La vaca



Hemos divinizado a nuestras madres.
Queremos ser felices para siempre.


Animal negro
maquillado por la mano cubierta del payaso.
La cal y la ternura.

¿Qué hay bajo el sudario de la novia?
Tienes el hueso oscuro, del origen
arterias y el estómago.
Solo yeso en la piel y nuestra parte
del globo de tus ojos.

A veces, por los poros, se te escapa el túnel.
Nos parece anacrónico, tragamos
el tono de la leche de los ciegos.

Esta ubre que ulula empellejada con polvo y arrozal
conoce la montaña.
La mira cada día de cara a la pared.

Su cornea alcóholica, que intenta de reojo,
ha sido aleccionada con la sal.

Se mueve según lo que nos queda.

domingo, 3 de marzo de 2013

La iguana






Con tierra en los bolsillos
habíamos planeado ser decentes:
bestias que montan a príncipes valientes.

Pero, por la ventana,
la calle ha puesto polvo en las palomas,
del peine y en el traje uso las comas
y el grito en el tejado muerde lana.

No recuerdo a la iguana.
Con tierra en los bolsillos
la noche fue la carne de los grillos.

martes, 25 de diciembre de 2012

Recito en El Tren Vertical



Parece ser que el último recital salió bastante bien, ya que me han invitado a participar en El Tren Vertical, ciclo que tiene lugar el último sábado de cada mes en el Malatesta. Os espero el 29 de diciembre a las 21:00. Un abrazo.

sábado, 22 de diciembre de 2012

El sueño




Los niños no descorren la cortina
roja y arrojadiza de teatro.
Cansados de llamar, porque no duermen
nos esperan tumbados en la cama
de dobleces y rayas verticales
que pican las caras de los niños rojos.

Les permiten tumbarse boca abajo,
tienden la mano al frío que gatea.
Ellos velan en la vigilia helada
que entumece los músculos de otros:
marcan el tempo de los cuervos blancos.

Les dejaron un cazo en el banquete
-una prueba de afecto, cortesía-;
para que no descansen les preguntan.

Contarán sus heridas con el dedo
que escoriaba la piel y los colchones
desplumados ante el sueño aterido,
ateridos ante el sueño sin plumas.


 

domingo, 30 de septiembre de 2012

Estalactita





Gotea la religiosa omnipotencia y tú,
desnudo.
 
Gotea la maldita ubicuidad y tú,
desnudo.
 
Dios tiene una erección
de displicencia.
 
Lanza el alma.
 
Gota
a
 
 
 
 

domingo, 23 de septiembre de 2012

Vayamos, pues, tú y yo


  
Vayamos a cumplir nuestra visita
T. S. Eliot


Lo hemos encontrado:
un zorro del desierto.
Arranquémosle la plata de la boca.

Seamos dignos
como la mortalidad del boxeador.
Nuestro sudor es el giro del puño
para que lleguen nudillos a sus dientes
y nos humedezcamos con los restos.

Salgamos a la caza.
Tenemos la pólvora y el perro,
los trajes y el caballo
y el hambre de vestirnos con sus pieles
y de embellecernos las muñecas.

Arranquémosle la plata de la boca.

Olfateamos entre el polvo y el destello
la guarida anular entre las rocas.
Ante su opacidad, te desternillas
para poder inyectar el antebrazo
porque ha escapado el zorro
y ahora espera.
Y no sé si tenemos una bala.

¡Arranquémosle la plata de la boca!

Podríamos comprarnos
                                        los chillidos de amor del paritorio
                                        y los tipos que mueren en la feria
                                        y el eremita, la sacudida y el silencio
                                        y el código genético del mudo
                                        y la cadencia de los invertebrados
                                        y la cena que sirven en el río.

Podríamos comprarnos una barca para visitar a los murciélagos
en la cueva cerrada en que nos sube al techo la marea
y yo remaré en círculo
y querré saltar al agua
para tocar la boca de los peces.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Níspolas y serbas (Traición de un poema de D. H. Lawrence)






Te amo, podrida,
deliciosa podredumbre.

Amo succionarte de tus pieles
tan tostada y suave y untuosa
tan mórbida, como suelen decir los italianos.

Qué extraño, poderoso, nostálgico sabor
desprende tu caída en las etapas de la putrefacción:
una corriente dentro de una corriente.

Algo con gusto a moscatel de Siracusa
o un vulgar Marsala.

Aunque, pronto, incluso la palabra Marsala sonará preciosista
en el receloso Occidente.

¿Qué es?
¿Qué es, en la uva que se transforma en pasa,
en la níspola, en la serba,
pellejos de morbidez tostada,
excrementos de otoño;
qué es lo que recuerda a dioses blancos?

Dioses desnudos como pulpas de nuez emblanquecidas,
con la fragancia -extraña, medio siniestramente- de la carne,
como si poseyeran el sudor,
y empapadas de misterio.

Serbas, níspolas y coronas muertas.

Yo digo, gloriosas son las experiencias infernales,
órfico, delicado
Dioniso del Inframundo.

Un beso, y un espasmo de adiós, el orgasmo de ruptura de un momento,
y después el húmedo camino a solas, hasta la próxima curva.
Y ahí, un nuevo compañero, una nueva despedida, una nueva escisión,
un nuevo estertor de mayor aislamiento,
una nueva intoxicación de soledad, entre hojas secas, escarchadas.

Bajar los extraños caminos del infierno, cada vez más intensamente solo,
las fibras del corazón separándose una tras otra,
y, sin embargo, el alma que continúa, descalza, en su encarnación más real.

Como una llama cuyo soplo palidece
en una oscuridad cada vez más profunda,
nunca tan exquisita, destilada por la separación.

La esencia destilada del infierno
en los extraordinarios alambiques de níspolas y serbas.
El aroma exquisito de la despedida.
                              Jamque vale!
Orfeo, y los caminos del infierno, sinuosos, cubiertos de hojas, mudos.

Cada alma marchándose con su propio aislamiento,
la más extraña de todas las compañías extrañas,
y la mejor.

Níspolas, serbas
algo más que dulzura
flujos de otoño
succionados de vuestras vesículas vacías
y sorbidos, quizás, con un sorbo de Marsala
así la uva trepadora, caída del cielo, os añade su música,
órfico adiós, y adiós, y adiós
y el ego sum de Dioniso
el sono io de la embriaguez perfecta
intoxicación de soledad final.


 D. H. Lawrence (Medlars and Sorb-Apples, de Birds, Beasts and Flowers!)

domingo, 19 de agosto de 2012

Pavo real





Mamá ha metido espejos en el pavo.
Vomitaría, si estuviera vivo.
Muerto, calla y digiere. Fiel. Lascivo.
No, hija, si cae sangre, yo lo lavo.

El pájaro pasea su gran rabo.
Le gusta mirar lento como un divo.
Mientras cuelgo mi foto en el tiovivo
de reflejos fijados con un clavo

mordisquea la carne que me escuece
en la boca repleta de cereza
que al derramar el vino lo engrandece.

Su mano, entre la almohada y mi cabeza,
cuando duermo despacio se estremece.
No quiere que distinga la belleza.

jueves, 21 de junio de 2012

Verano

Ya es verano
porque ha caído un cuerpo en la piscina.
 
Flota bajo el calor de la canícula.

Una mujer actúa.
Hace de minutero, hace comedia.
Se tumba en la toalla que separa
su cuerpo de la tierra
y gira bajo el sol.
Una tercera mano le unta leche,
le unta aceite,
si aún es capaz de enrojecer.

El niño
aún no sabe nadar.
Camina sobre el agua
en el canal donde se reproduce la infección.
Las bacterias le forman un pulmón de socorrista,
neumónico y viril.

domingo, 3 de junio de 2012

Hotel



Robaré los zapatos de todas las puertas del hotel esta noche.

La dirección nunca quiso saber nada, la dirección nunca se hizo responsable: quemaré bajo mi cama los zapatos de todas las puertas del hotel esta noche.

Hoy la madrina y su codiciosa gimnasia de la higiene conocerán el grito de los huéspedes:

El jíbaro monta el mecanismo en la muñeca de siete años de estatura con trenzas reprensibles desde el lomo. Disfrutaba del pubis lento de Janet Leigh, vistió su última falda y dejó de sentir el aire entre las piernas.

Aprieta con su mano el extremo de la bolsa de aceite con el pez de la tienda de mascotas.

El zapatero remata con tierra las costuras de mi hermano: oyó el temblor y me lanzó sus días.

Estoy quemando todos los zapatos en la habitación donde como de pie, busco el rastro de una bomba, construyo fuertes y le lavo el pelo a las muñecas.

La enfermera extiende la colcha amarilla bajo la que duermo con mi madre frente al payaso con el dedo en la boca y los ojos cerrados por un aspa.

La madre y su gimnasia de codiciosa higiene exhiben el glaucoma ante los médicos: el sudor del agua presionada como lo son las formas infantiles y congénitas.

La historia clínica y los síntomas deben ser sugerentes: qué tal diecinueve años de miopía seguidos de cincuenta y cuatro de ceguera tras una inmersión en la piscina y el miedo a las flores para los muertos.

El lector de periódicos, sólo periódicos -es sordo-, habita de noche sin salir del cuarto y se acuesta cuando el suelo se hace más frecuente.

Su boca rellena de versículo termina en el estómago expandible hasta dos veces el tamaño regular de un esqueleto: suficiente celulosa para tener razón y una cerveza.

El pájaro de agua le mastica la carne y vuela peligrosamente sobre el aceite de la sartén; planea entre burbujas de propano y grasa y pellizca con el pico las que se adhieren a la suela.

El lector fija los ojos en el ave y le devuelve el guiso con el puño: demasiada sal, demasiado calor o demasiado tarde.

Para jugar, en el pasillo basta una escalera.

Sólo caza mayor en este hotel.