miércoles, 25 de enero de 2012

El espíritu de empresa de los ácaros (Karoshi)

"El trabajo te salvará la vida"
dicen el terapeuta, el padre y el amigo.
Un edificio enfermo será el héroe,
le estamos preparando un gran desfile.

La importancia económica del ácaro
es el gramo de piel perdido al día
por un humano adulto, amor de araña
que copula en el polvo y la moqueta.

Acolchonado interno, dermatófago,
el espíritu de equipo de los hombres
que levantan la empresa, el féretro o el Cristo:
ese rictus de silla giratoria.
Con su amianto presiona la vagina
la secretaria: así no nace nadie
y los fetos maduran, se convierten
en hombres, envejecen y mueren en el útero.
En los hoteles
ya no pueden abrirse las ventanas,
el aire respirado se recicla.
Libertad de vapores ergonómicos.

Antes hubo espíritus no estancos,
que dejaban impresa en las paredes
la humedad japonesa de la sangre:
la honorabilidad de la carótida
sesgada, los tres cortes del vientre.
Nunca morir de espaldas, nunca
sin atarse previamente las rodillas.

Son los emplastecidos por el blanco
industrial, ácaro del terciopelo
y de la sarna. Y qué hacer, si le dan
pistolines a un grupo de soldados
que no quiere morir. Correctamente.
Los ácaros son seres responsables.
Los soldados son seres responsables.
Viven, se reproducen y sonríen
como crecen las uñas de los muertos.

sábado, 21 de enero de 2012

Recital de poesía en Huertas 14


María Solís, Margarita Mayordomo, José Pérez Carranque y Álvaro Muñoz Robledano el miércoles 25 de enero, a las 21h, en Huertas 14,1º.

Organizado por Jesús Urceloy.

martes, 17 de enero de 2012

Amor de madre

El doble del dentista
me sonríe.

Dice que hay otra forma de cura.
Sin dolor.

Dice que tengo ganas de sentarme.

Me señala la silla.
Usará guantes muy suaves.
Apagará la luz.

En su habitación negra, un teatro negro,
se desplaza invisible como un checoslovaco.
Únicamente se le sospecha la belleza.

En la espesura
desaparecen la incisión,
el agua, el mecanismo,
la bandeja -su herida-,
las pruebas periciales
y la fuente, pequeña para escupir la sangre.

La familia sonríe en la sala de espera.

Sin dolor.

El paciente saliva entre algodones.
Sólo siente el roce del babero,
las manos que lo atan.

Cuando la sangre

Cuando la sangre de ella pueda convertirse
en mujeres y hombres
y su sabor le suba por dentro del cuerpo hasta la boca,
la masque y no huela el preparado de perfume
sino sus propios músculos y huesos,
entonces es la hora de cubrirle la cara
- la sangre podría rezumar desde los labios,
la nariz, las orejas, el cuero cabelludo
y el bacilo de la cabeza desollada de la virgen
mataría a los hombres de la escarcha,
aquellos de los cuerpos tremendamente puros
sin intestinos ni mierda circulante.

Cuando la sangre de ella pueda convertirse
es la hora del banquete más íntimo.

lunes, 16 de enero de 2012

Souvenir (o El placer de viajar)

Vivir habría querido cerca de una giganta.
Charles Baudelaire

I

El resultado es una librería de salón adornada con cuerpos
para cada familia.
Una evaluación de madurez.
Estuve allí
- o mis hijos viajaron-.

Ante la prohibición del zoológico humano
en los alrededores de París,
envuelvo con papel de burbujas al testigo.
En casa le desnudo.


II

En casa la desnudo.
La alumbro.
La he traído,
a ella porque sabe
(estaba lejos)
que ningún barco ha desaparecido.

No son navegables los océanos.

Conoce
dónde esperar a Dios
según el procedimiento de los monstruos.
Y ríe.
Lo más cerca posible de la Antártida.

Ella,
tras escupir al barro,
sexualizó la nieve
y levantó del hielo una genealogía.
Construyó una giganta.


III

Religiosamente
volveremos por más,
cada vez más distantes,
hasta caernos, planos, de la Tierra.

Ella, giganta,
dentro de mi vitrina,
mantiene la ventaja del papel de grabado,
de un solo de tiempo
y del espacio, sus aberraciones optimistas.

La contemplo el domingo,
cuando acaban los turnos y los dioses
descansan
y rompen su reflejo.