Cuando la sangre de ella pueda convertirse
en mujeres y hombres
y su sabor le suba por dentro del cuerpo hasta la boca,
la masque y no huela el preparado de perfume
sino sus propios músculos y huesos,
entonces es la hora de cubrirle la cara
- la sangre podría rezumar desde los labios,
la nariz, las orejas, el cuero cabelludo
y el bacilo de la cabeza desollada de la virgen
mataría a los hombres de la escarcha,
aquellos de los cuerpos tremendamente puros
sin intestinos ni mierda circulante.
Cuando la sangre de ella pueda convertirse
es la hora del banquete más íntimo.
Bloody Mary, bon apètit!
ResponderEliminarA tu lobezna salud!
ResponderEliminarTía, qué poema más romántico. Sin sarcasmo lo digo.
ResponderEliminarJoder, qué impresión y qué bien: me encanta que un poema tenga varias lecturas, sobre todo si a mí no se me habían ocurrido. Voy a releerlo desde esa perspectiva...
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