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sábado, 14 de abril de 2012

La mesa del almuerzo

Tiene algo de autopsia
la mesa del almuerzo,
donde los hombres juegan
a tener importancia.

La precisión del corte, de la hora, del castigo
a la hija,
a la pornografía de la masticación.
La urbanidad, silencio
de tres.
                                 
Impolutos los dedos y el mantel,
su función es cubrir los genitales.
Los labios no rozan la comida,
en la boca no deben quedar restos.

Ante la mano
se interpone el metal.

lunes, 2 de abril de 2012

Maquillaje


We accept her. One of us.
"Freaks", de Tod Browning

El padre deja dicho que su hija le maquille.
Que le pinte la cara, dice. Darle vida.
Pero es otra la experta en los parecidos razonables.
Hacia atrás,
estira de la piel desde las sienes,
recubre las edades con brochazos de tierra,
explota este lunar, afrancesado
grano de belleza.
Un toque final:
sobre los ojos, el lapichero khol de los sarcófagos
y derechito al Valle de los Reyes.

Qué buen trabajo.
Parece que sonríe.

Ella, él, lleva la caja colgada de la nuca,
el maletín repleto de pinceles
que ha de abrirse allí donde se pida:
sobre la mesa, desenrolla la ley
de instrumentos estéticos, pigmentos
mataputas,
victoriana, quirúrgico
viajante a domicilio de cuchillos.
Se retransmiten películas de infancia,
serán magnánimas las guarniciones de la reina.
Y aquí no pasa nada,
o pasa en todas partes,
o podrían pasar cosas peores.

De vanidad, ella sola
se corta la cabeza.

Y el padre que baila, que pide
maquillaje, la gran nariz aséptica
del médicamente disculpable
doctor Peste.
Para obtener un resultado óptimo
se utilizan las crines de la cebra:
Déjame en paz.
Ayuda.

Y ya no saben
si son feria o son circo:
mujeres calvas de campos genocidas
exhibidas encima de carretas
(camisones y lazos, cabezas de alfiler)
o trabajadores de la pista
-mascarada completa, el magnetófono,
los gritos, los golpes, las caídas,
el maquillaje espeso, tú, payasa,
y el público muerto de la risa-.

 
De "Mortífero, ingenuo y transparente", Ed. Vitruvio, 2014

domingo, 18 de marzo de 2012

Desahucio (o piel)

Con orgullo, afirmo que mi piel me pertenece,
comienzo con su nombre.


Inconsciente -con toda esa grandeza-
la doy por supuesta, merecida,
igual que en un principio,
cuando jugué con ella y me sangró
infantil, deliciosa.
E infantil, deliciosa,
le construí una costra y la arranqué.
Adicta, circular.
La ensucié en este barro
para que mi madre se alegrara
un poco antes de la cena,
para lavarla juntas dando golpes
sobre el agua y en las profundidades
de la bañera rota,
de todos los fluidos.


Mi piel nació conmigo y conmigo se estira,
no sé si a la par o me persigue.
Prefiero aventurar que me aventaja, ella crece
y tengo que esforzarme
para estar a su altura.
Se cansará de todo antes que yo.


Pero y si es un error. Y si mi piel es de otros.
Sobre ella marcan
el corte de pedazos aprovechables,
desprendiéndolos cuando han ganado.
Y la sangre, privada de su casa,
cae,
legal y gravitatoriamente,
por contrato.

martes, 13 de marzo de 2012

Recital de Deborah Antón, Jesús Calonge, María Castrejón y Antonio Rómar, el 14 de marzo en Huertas 14



ROAD MOVIE

Yo era tan pequeña
que era incapaz de aburrirme.
El verano era una época tranquila,
árida en amigos y en conceptos.
Cogía infecciones de oído,
llevaba unas mallas amarillas
y me peinaba hacia atrás con una coleta.
Pasaba el mes de agosto con mi padre,
metida en la piscina.
A veces nos íbamos a recorrer
la provincia en su Jeep descapotable.
Bordeábamos la costa.
Pasábamos por pueblos habitados
de gente que comía caracoles
con las sillas puestas en la carretera.

Un día paramos a cenar en una terraza
rodeada de gaviotas
y de locales sacados de los años 70.
Todo estaba desolado y era hermoso
como cualquier fotografía borrosa.
Pedimos unas hamburguesas y ese fue el día
que me animé por primera vez
a probar el ketchup.

Con la mostaza
tuve que atreverme por mi cuenta
años más tarde.

De "Menos Amélie, más Clarissa Dalloway", de Deborah Antón.


EDUCACIÓN

Fui acusado de robar antes de saber lo que significaba esa palabra.
Llamaron a mi madre, y delante de toda mi clase me culparon a través de una extraña lógica.

No dije nada, recuerdo el miedo masticando mi capacidad de defenderme.
Los infinitos dedos de los profesores llegaron a jugar con mis sueños.

En clase de religión hablaban de que todos nuestros actos serían vigilados por el cielo.
Pero yo sabía que Dios no estaba allí.

Me pasé muchos años odiando sus hipócritas letras, sus ecuaciones espantosas, sus divisiones de odio.

Al final hubo un incendio en el colegio por la gracia de Dios. Y sí, yo sabía lo que significaba esa palabra.

De la plaquette "Disparo contra la cúpula", de Jesús Calonge.


FRAGMENTO DE "POEMA A DOS VECES":



María Castrejón y Alicia García Núñez


abintestato
de la voz y en herencia la mirada
éste es el falso siglo de los niños
ahora que los animales duermen.
todos los animales y los niños
han permitido al hombre su poder.

incluso en la más oscura edad
nacen críos sin pupilas de este mundo.

la verdad os hará mimbres,
os hará caballos y perras,
viene ya viene,
está mirándote al horror.

De "Diversos destinos consulares", de Antonio Rómar

domingo, 11 de marzo de 2012

Ha muerto una señora respetable



Ha muerto una señora respetable.
Austera, castellana,
los poros obstruídos de justicia.

Cayó por la escalera del 115.

La perseguía el fantasma de una rubia de bote.

Cada noche, se inclinaba en su boca, le exhalaba
el vaho oxigenado,
el carmín derretido,
el mechón suelto.

Era fácil su carne transparente,
albina de rezos y potajes;
la seguía
corriendo por todos los pasillos,
la alcanzaba
en puertas con el pomo al otro lado.

La dama tenía miedo
del rímel que huía de sus ojos,
espantado
por bolsas de resaca y raíces negras;
sentía pánico
por la verbena alcohólica
que gozaban sus labios, estallido
de piernas sebosas de deseo,
a fuerza de placer, erosionadas,
moldeadas a base de mordiscos.

La muerte, natural, fue de la dama.
Una rubia platino se suicida.

domingo, 4 de marzo de 2012

Joven caballero en un paisaje*


No os preocupéis de vuestra vida, por lo que habéis de comer (...)
Lc 12, 22

No comas.
Deben verse los huesos.
Consejo del coreógrafo George Balanchine a una bailarina


 El hombre que ha venido a salvarnos padece de anorexia.

Ha llamado a la puerta. Ha ofrecido la pose para la caja oscura: unos minutos de apoplejía sostenida por las invenciones de madera. Se evita el arbitrio de las vértebras.

La letanía ha nacido de la elegancia:
Deben verse los huesos.
Deben verse los huesos.

La armadura le huelga, le forma llagas de enfermo hospitalizado en las uniones. O de rey que asiste a misa desde la cama.

"Avanti!", soldado, como una bailarina: a pesar de la sangre entre los dedos. Hinca bien las rodillas en las oraciones y el estupro: tu admonición se lanza desde la nueva tapicería del tresillo.

Te colgarán según las leyes de la museología
en la cámara egregia de palacio.

Para ti están desollando a los visones:
morir desnudo siempre fue ridículo.


  

(*) Cuadro de Vittore Carpaccio


In Absent(i)a, 2011



miércoles, 22 de febrero de 2012

Álvaro Muñoz Robledano reseña las plaquettes "Hordas" (mía) y "Con los huesos al aire" (Margarita Mayordomo) en Ariadna RC.

Reseña de "Hordas":

http://www.ariadna-rc.com/numero54/critica07.htm



Reseña de "Con los huesos al aire":

http://www.ariadna-rc.com/numero54/critica06.htm


Poema de Margarita Mayordomo en "Con los huesos al aire":

Almohadas separadas

Necesitabas verme
necesitabas verme para nada

Amanezco
el pecho calcinado
y los ojos desiertos

Madrugada
Pido un poco de tiempo
Soy buena, nunca defraudo
un golpe de lujuria por la espalda
un trago de aguardiente seco
un pellizco masoquista
un pecado en movimiento
siempre

Tengo la piel reseca de esperar
de esperarte para nada
Tengo perdidas las fuerzas
tengo el alma con los huesos al aire

Y estoy cansada

-cansada de ser
el broche de las fiestas
el consuelo del borracho
el placer de la conquista
el territorio de la fantasía y el morbo

-cansada de esperar
un "lo siento" a la muerte de mi padre
un roce de unos dedos en la frente
un beso a la luz del día

-cansada de dormir en almohadas separadas
sola

sábado, 18 de febrero de 2012

Los niños de Frau Riefenstahl

 



(...) hasta las vacas fuimos
sin saberlas allí, lentas, rumiando
mediodía, doradas, casi enterradas.

Olvido García Valdés



Los niños de Frau Riefenstahl
recorren la Gran Vía
después de medianoche.


Forman un ejército
de fascistas hermosos,
una imagen
cinematográfica:
han salido a su madre.


Ya han llegado a Callao y desde allí
descienden
hacia Plaza de España,
hacia nosotros.


Únicamente conversábamos
cuando comenzamos a oír
la marabunta,
cada vez más cerca, más sonora.
Como si hubiera un cambio de rasante
antes que el cuerpo ascienden las cabezas
proporcionalmente grandes
y melódicas,
con la tuerca que sostiene la sonrisa
de los pequeños caballos del tiovivo
al que Leni les lleva los fines de semana
si son buenos.


Visten ropa infantil,
pero es visible
el futuro perfecto de sus cuerpos:
uniforme prusiano,
dentadura mariana,
los pómulos
del primer indoeuropeo,
el nadador macera
los músculos por Roma,
el bálano por Roma,
la saliva espera dentro de los labios,
controlada.
Sonríen
por estas intachables y prepúberes
poluciones nocturnas.


Marchan en perfectas filas y columnas
ocupando de un extremo a otro de la acera
ensanchada por la Ciencia Política
para que entren veinte niños de Riefenstahl
por línea:
delante, los arqueros,
les siguen los jinetes,
los rumiantes,
los tanques bíblicos,
en el centro
la gran mamá nocturna,
(la mamá que mastica,
la mamá-solitaria),
atrás,
las hienas
con la histeria estomacal de la ironía.


Lo primero que se oyen son las botas y las voces.
No sólo cantan,
no se animan con respuestas de entrenamientos militares
no lanzan proclamas al unísono;
cantan, se animan y proclaman
todo junto,
porque al rato son pájaros,
gritos de pájaros chocando contra rocas,
gritos de alerta,
de victoria
que avistan a la presa,
sonando desde ojos que miran siempre al frente
ojos sin mecanismo giratorio.


Y no nos atrevemos a movernos.


Estas aves
levantarán el vuelo
cuando corramos.


Jóvenes promesas
de la retórica,
gomorritas de la solución,
nos pulirán los genes,
nos vigilan:
se suben a la cama de su padre
si habla en sueños,
pegan su oreja de ternera a nuestros labios.


Querubines, proporcionales áureos,
desde su altura alada
ven niños africanos
con hígado inarmónico
y caen.


Y nosotros,
tan feos, rompefilas,
es necesario auparnos
para alcanzar la mesa de Mengele.
(¿Podríamos escapar?: Viene, olímpica, América,
con la capa y la antorcha
y la parte de atrás del autobús).


Ángeles,
adalides
del multiplicador de la eficiencia,
doctores del aparato digestivo,
aparecen en época de hambre.
A los enfermos
los llevan hasta el campo
para enterrar, como la vaca, medio cuerpo.
Ella conoce la montaña,
la mira cada día de cara a la pared.
Allí rebosa el arca
de agua mineral
y proteínas.


Han venido a salvarnos.
Hemos sido mujeres
asociales,
sin patria ni cultura,
mujeres que follan a horcajadas.
Somos aquel ladrón.
Hemos rezado
rodeados de vidrieras
en la licorería.
Probamos la mordida
del ácido en la placa de metal.


Nos procesan
por la mística después de medianoche
en los lavabos públicos.


Es inútil correr,
guarecerse en los bares
-buscar las bondades del serrín-
o en los aparcamientos
-el brazo subterráneo-
ya lo habíamos visto en las películas:
las aves se entierran en cristal
y abren el paso,
hay leones romanos
en el túnel.


Se produce una estampida controlada.
Moriremos bajo unas botas del 14.


Ellos se ocuparán de nuestro estómago,
el mismo que nos crece cada día,
el mismo que devoran cada noche.


Podemos ver la máquina
que enjabona y enjuaga
el pavimento.


Cuando amanezca,
la calle será blanca.




Hordas, 2011











domingo, 12 de febrero de 2012

Luz de laboratorio

Luz de laboratorio desde el feto
en su líquido amniótico. Sin tocar los cristales, cloroformo
y perversión cromada dentro de los tarros.
Agua. Una sentencia. La carne dentro de la boa.
Asomo la cabeza y a través de la lengua veo el jardín.

Sin auxilio, las crías, el hervor de los flujos
me digiere, estridencia de una córnea hacia el sol
hasta el descanso del cetáceo que hiberna y mis insectos.

El chillido de un topo, obligado arquitecto de su túnel,
con deliciosa cuerda me traspasa
y floto entre un jardín y otro jardín.

jueves, 9 de febrero de 2012

Apache - Poema de Deborah Antón, quien recitará en Desviaciones y Rotondas XI - Calvario Bar


IX Desviaciones y Rotondas
Jueves 09 febrero – 21:30 h.
Calvario Bar Calvario 16 Tirso de Molina
ALBERTO GUERRA
DIEGO MEDINA POVEDA
DEBORAH ANTÓN
FÁTIMA PÉREZ ROBLEDO
ÓSCAR CORRALES


Poema de Deborah Antón:

Apache

Soy un perro de caza.
Me han adiestrado contra
siete tipos distintos
de relaciones,
incluyendo sonrisas
y besos en la lluvia.

Mis fuerzas son mecánicas. No lloro
cuando veo en el fuego
mi pasado de perro en las montañas.
Me conformo con ver cómo reluce
el trabajo bien hecho, las monedas
que emite mi señor.

Yo también soñaría
con un ramo de flores
si pudiera. No puedo oler el miedo,
no puedo oler tus naúseas
ni tus ganas, no puedo
socorrer esa angustia.

Me programaron para relamerme,
cumplir con mi trabajo.
En mis miembros lisiados
por orden alfabético
no cabe más.

sábado, 4 de febrero de 2012

Grecia II

Una griega penetra en mi vestido.

-El autocar prosigue su trayecto-.

Una griega moderna, una apestada
por el embudo que fela nuestro guía.
Otra cosa sería
una mujer de mármol.

Yo me excuso
por la educación sentimental de los turistas.
Deberíamos hacer una parada; no es algo habitual
que una griega te explore.

El cicerone ordena:
Busquemos el destino en el folleto.
La griega se retuerce.
En serio, deberíamos parar.
Se quejan -repostamos-
de la alzada en el precio del petróleo.
Aspiro con fruición
la gasolina
-manifiesto de gases ondulados-
para que puedan llegarle hasta las bragas.

Dicen: - Allí se ve el Acrópolis.
(Vamos a quemar Grecia)
Dicen: - Seguiremos de noche aquella luz que guía a un restaurante.
(Calcinemos las maletas y los cuerpos,
machaquemos hasta el polvo cada diente, ni una madre
tendrá siquiera un hueso que enterrar).

Solo la griega y yo.

Y audaces, parcas
ruinas.

viernes, 3 de febrero de 2012

El poeta Juan Hospital espera al doble del dentista en una de sus salas


Palabras encontradas en la casa del príncipe

Digamos algo impar
una letra de tres
dígitos
o el calor
digamos el calor
lo que no puede ser

"lo que no puede ser
es que - tú - puedas decir lo que quieras
y los demás digamos
                                 sin quererlo
lo que - tú - quieras oír"

Digamos más
digamos una ráfaga de aire
algo relacionado con la boca
digamos - por ejemplo - el viento

"quizá me haga reír
dentro de un año o dos, pero perdona
de momento no tiene
la más
           mínima
                        gracia"

Digámoslo de otro modo
sobre todo la lluvia
digámosla
pronunciemos las gotas

Digamos que hay quien piensa
"esta vez me ha tocado a mí"
y por el qué dirán
                            y hasta la tumba
calle lo que ya todos sabemos
lo digamos o no

Y ahora
como la seda
digamos una niña entretenida
en cuclillas mirando algo en la tierra:

"¡papá!
           ¡hay mucho ahí!
                                    ¡mira papá,
cuánto!"
            digamos cuánto
                                   ¡adelante!
digámoslo, o mejor
no lo digamos

mejor
bajemos
los ojos
sin decir
nada

Juan Hospital

domingo, 29 de enero de 2012

Santa Úrsula en el supermercado



En el supermercado venden niñas.
No más de cinco años, por favor.

Lo ha visto Santa Úrsula en un sueño
y otra vez
ha corrido a comprarlas.
Y a callar.

Las madres han vestido a sus hijas
con la consistencia del yogur.

La madre alza a su hija
a la altura del atún escabechado
y consigue encajarla en un estante.

Los reponedores empujan y deslizan
una caja en un hueco
tras exhibirla a ritmo de paseo sobre un carro,
amontonada
como muertos civiles.

La megafonía reverbera:
hay un único Dios.

La legionela busca
en el sistema de aguas
un entorno de amebas.

Silba una trinidad
en los conductos congelados del aire
que se expande:
son las piernas humanas de las ratas,
esbeltas y nupciales,
el hábito pontífice
y es lo mismo que sucedía tradicionalmente en el mercado
con delantales verdes,
los restos genitales de la fruta
y el trato familiar.

Las abuelas relamen el principio del hilo.
Santa Úrsula se tumba boca arriba
y elige debajo de las faldas.

Las mamás aleccionan
y contagian
entusiasmo
y sus niñas se estiran
porque han visto rivales de tres años,
gatear a los bebés
detrás de los cilindros de galletas.

(La única ventana toca el techo;
una intenta escapar:
ve pies que chapotean
tras la cinta amarilla de los charcos).

Las cajeras murieron hace años.
Se arrancaron la vista con placer.
Ahora sonríen:
no hay lencería infantil ensangrentada.


Hordas, 2011

sábado, 28 de enero de 2012

Esperando a los bárbaros - C. P. Cavafis


- ¿Qué esperamos congregados en el foro?

Es a los bárbaros que hoy llegan.

- ¿Por qué esta inacción en el Senado?
¿Por qué están ahí sentados sin legislar los Senadores?

Porque hoy llegarán los bárbaros.
¿Qué leyes van a hacer los senadores?
Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros.

- ¿Por qué nuestro emperador madrugó tanto
y en su trono, a la puerta mayor de la ciudad,
está sentado, solemne y ciñendo corona?

Porque hoy llegarán los bárbaros.
Y el emperador espera dar
a su jefe la acogida. Incluso preparó
para entregárselo, un pergamino. En él
muchos títulos y dignidades hay escritos.

- ¿Por qué nuestros dos cónsules y pretores salieron
hoy con rojas togas bordadas;
por qué llevan brazaletes con tantas amatistas
y anillos engastados y esmeraldas rutilantes;
por qué empuñan hoy preciosos báculos
en plata y oro magníficamente cincelados?

Por que hoy llegarán los bárbaros;
y espectáculos así deslumbran a los bárbaros.

- ¿Por qué no acuden, como siempre, los ilustres oradores
a echar sus discursos y decir sus cosas?

Porque hoy llegarán los bárbaros
y les fastidian la elocuencia y los discursos.

- ¿Por qué empieza de pronto este desconcierto
y confusión? (¡Qué graves se han vuelto los rostros!)
¿Por qué calles y plazas aprisa se vacían
y todos vuelven a casa compungidos?

Porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron.
Algunos han venido de las fronteras
y contado que los bárbaros no existen.

¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros?
Esta gente, al fin y al cabo, era una solución.

miércoles, 25 de enero de 2012

El espíritu de empresa de los ácaros (Karoshi)

"El trabajo te salvará la vida"
dicen el terapeuta, el padre y el amigo.
Un edificio enfermo será el héroe,
le estamos preparando un gran desfile.

La importancia económica del ácaro
es el gramo de piel perdido al día
por un humano adulto, amor de araña
que copula en el polvo y la moqueta.

Acolchonado interno, dermatófago,
el espíritu de equipo de los hombres
que levantan la empresa, el féretro o el Cristo:
ese rictus de silla giratoria.
Con su amianto presiona la vagina
la secretaria: así no nace nadie
y los fetos maduran, se convierten
en hombres, envejecen y mueren en el útero.
En los hoteles
ya no pueden abrirse las ventanas,
el aire respirado se recicla.
Libertad de vapores ergonómicos.

Antes hubo espíritus no estancos,
que dejaban impresa en las paredes
la humedad japonesa de la sangre:
la honorabilidad de la carótida
sesgada, los tres cortes del vientre.
Nunca morir de espaldas, nunca
sin atarse previamente las rodillas.

Son los emplastecidos por el blanco
industrial, ácaro del terciopelo
y de la sarna. Y qué hacer, si le dan
pistolines a un grupo de soldados
que no quiere morir. Correctamente.
Los ácaros son seres responsables.
Los soldados son seres responsables.
Viven, se reproducen y sonríen
como crecen las uñas de los muertos.

sábado, 21 de enero de 2012

Recital de poesía en Huertas 14


María Solís, Margarita Mayordomo, José Pérez Carranque y Álvaro Muñoz Robledano el miércoles 25 de enero, a las 21h, en Huertas 14,1º.

Organizado por Jesús Urceloy.

martes, 17 de enero de 2012

Amor de madre

El doble del dentista
me sonríe.

Dice que hay otra forma de cura.
Sin dolor.

Dice que tengo ganas de sentarme.

Me señala la silla.
Usará guantes muy suaves.
Apagará la luz.

En su habitación negra, un teatro negro,
se desplaza invisible como un checoslovaco.
Únicamente se le sospecha la belleza.

En la espesura
desaparecen la incisión,
el agua, el mecanismo,
la bandeja -su herida-,
las pruebas periciales
y la fuente, pequeña para escupir la sangre.

La familia sonríe en la sala de espera.

Sin dolor.

El paciente saliva entre algodones.
Sólo siente el roce del babero,
las manos que lo atan.